Ha muerto el cineemblema de la clase media desde los años cincuenta, precisamente el momento en que esta emergió de los lodazales de la miserable posguerra española. Se ha ido el padrino de La gran familia (Fernando Palacios, 1962), el cerebro chapucero de Atraco a las tres (José María Forqué, 1962), el sacrificado marido que se casa con una anciana por un pisito en la película del mismo título de Marco Ferreri, uno de los habituales españolitos de Berlanga, el rijoso Juan español de las comedias del semidestape, la triste presencia sauriana. Ese "tal López" encarnó todos los registros, desde Un casto varón español (1973) hasta Mi querida señorita (1971), por no salir de Jaime de Armiñán. Pero fundamentalmente López Vázquez es la estampa quieroynopuedo y reprimida del varón ibérico de clase media. Fernando Galindo, el empleado de banca que lidera a sus compañeros en pos del sueño de atracar su propia sucursal, resume mejor que ninguno ese empuje del atribulado españolito que quiere participar del desarrollismo que amanece. Gracias a la bonanza de los sesenta y a las décadas prodigiosas de la democracia, ese ciudadano medio accedió a los sueños electrodomésticos de aquellos míticos atracadores. Y cuando acariciábamos ya ese paraiso panconsumista como eterno..., zas, nos despiertan de sopetón y empezamos a retornar hacia las carencias del estraperlo... El López Vázquez del celuloide, que tanto luchó por sacar el pecho de clase media que representaba, no lo ha resistido. Por eso ha muerto, como parece estar condenada a muerte la clase media.
