BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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jueves, 28 de enero de 2010

ALGO HUELE A PODRIDO EN COPENHAGUE... GRAN FIASCO EN LA CUMBRE DE LA TIERRA




El parto de los montes. Tres folios de acuerdo final que no concretaban nada. Ciento noventa y tres países se habían reunido en Copenhague para salvar la Bola Azul, pero a las diez de la mañana del sábado 18 de diciembre se llegó a un consenso de mínimos cocinado in extremis por los presidentes de Estados Unidos y China. Se reconocía que “el cambio climático es uno de los grandes retos de nuestro tiempos” y que “el incremento de la temperatura debería estar por debajo de dos grados”, pero esas declaraciones de intenciones se canalizarían a través de objetivos voluntarios; es decir, la reducción de emisiones se presentaría antes de febrero de 2010 como una carta a los Reyes Magos. En el mejor de los casos, esos recortes alcanzarían el 18 % en los países desarrollados para el 2020. ¡Hasta el pacato texto de la cumbre de Bali había subido el listón hasta un 25 %! Obama se apresuró a decir que al menos se había alcanzado un acuerdo global. El inmenso gato chino se colaba por una gatera a su medida para seguir un desarrollo meteórico; Europa, una vez más, hacía el ridículo. Los países en desarrollo recibirían ayudas de los desarrollados si se portaban bien mientras el “eje bolivariano” amenazaba con boicotear otra impostura capitalista. En esta jaula de grillos, en esta merienda de intereses, Gea era la perdedora; una vez más.
El verano de 2009 había sido excepcionalmente caluroso en Europa, el otoño se despedía con temperaturas gélidas en extremo para el área templada; los tifones, inundaciones, terremotos se prodigaban en las latitudes tropicales y el mercurio ascendía en todas partes. El Polo Norte se deshelaba, el nivel del mar ascendía y en la capital danesa los únicos que estuvieron a la altura de las circunstancias fueron los ecologistas. Cuatro activistas de Greenpeace fueron arrestados la noche del 17 de diciembre por desplegar pacíficamente una pancarta en defensa del planeta en la gala que la Reina de Dinamarca ofrecía a los mandatarios mundiales. La policía los retuvo durante veinte días, incomunicados y tratados como terroristas en la prisión de Vestre Faengsel. Durante la cumbre llegaron a detener a dos millares de personas en una nación que lleva a gala su “civilizada condición”. Algo olía a podrido en Dinamarca... Una pésima organización “nórdica”, saldada con sonoro fracaso, debía encontrar sus culpables... “Los defensores de la Tierra volvían a perder en el escenario de una ´modélica sociedad ecológica´” tituló la revista Green Action en un número especial sobre la gran pantomima escandinava. Allí se desvelaban datos incontestables que ponían la piel de gallina: que el consumo energético planetario es de unos 15 teravatios; uno proviene de fuentes renovables, otro de centrales nucleares y los 13 restantes de los combustibles fósiles. Sin embargo, todas las reservas de hidrocarburos y uranio que nos quedan equivalen a la energía que nos proporciona el Sol en un año. “¡Son las multinacionales, estúpido!”