BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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domingo, 24 de marzo de 2013

VALORES HUMANISTAS EUROPEOS PARA SUPERAR LA CRISIS


Tiempos de crisis, tiempos de cambio. Todo está en crisis porque todo está mutación: la Unión Europea, el régimen de la Transición, el Vaticano, el orden mundial, la universidad, la judicatura, la función del Ejército y de la policía, los sindicatos, los medios de comunicación, los productos culturales, los modelos de negocio, el papel de los ciudadanos, etc. Nos vamos a detener en esto último, porque aquí es donde apunta la esperanza en medio de un panorama apocalíptico, en pleno derrumbe de viejas estructuras. Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) están revolucionando el comportamiento del homo sapiens de los albores del XXI y sus universos simbólicos. Se está promoviendo una mayor conexión rizomática en múltiples redes de los usuarios informatizados, desplegando de esta forma una inteligencia colectiva que afecta a todos los órdenes. Y también al político, como demuestran movimientos como el 15 M, las iniciativas ciudadanas en Internet y redes sociales, etc.  Internet y su expansión en las RSS permiten  así mismo la presencia de otras plataformas de información que escapan a los grandes grupos mediáticos, empeñados en dar sus versiones interesadas de la actualidad. Por decirlo de manera más gráfica, hoy día no es fundamental lo que diga El País, la Cope o Antena 3 sobre tal o cual cuestión de actualidad. Son síntomas de un despertar de la ciudadanía que aquí había estado narcotizada por los partidos políticos, convertidos en únicos órganos de canalización de las iniciativas sociopolíticas, en connivencia con los sindicatos y organizaciones empresariales. Las nuevas generaciones son en general más críticas, más independientes, más exigentes, mejor informadas, más preparadas y por eso es especialmente sangrante su situación de paro y exclusión social, todo un polvorín para el futuro.
Ante este nueva ciudadanía más interactiva y exigente las maquinarias sociales y políticas o se actualizan o quedarán obsoletas, como ya se está apreciando. De ahí los crujidos de muchas de nuestras instituciones o el desprestigio de la clase política y de otros sectores que ponen de manifiesto las sucesivas encuestas. En esta catarsis se ven involucradas también las instituciones europeas, regidas por una mediocracia al servicio de la todopoderosa Alemania y sus intereses financieros. El fiasco chipriota es una prueba más de la incompetencia de la UE, que ha traspasado un rubicón impensable hasta ahora: conculcar las garantías y derechos  básicos de sus ciudadanos. ¿Para qué sirve Europa si ya no defiende los ideales sobre los que fue fundada? Ese ideario europeo, cimentado en los derechos garantistas y en el Estado de Bienestar, está siendo arrinconado por la presión del capitalismo neoliberal, el productivismo asiático y la ramplonería del sentido práctico anglosajón. Europa ya no es el epicentro del mundo precisamente porque ha renunciado a esos ideales que movieron el mundo, aunque sea como referencia teórica o mítica. Y esta quiebra es, sin duda, la consecuencia más funesta de la crisis, porque una Europa sin su genuino impulso axiológico queda reducida a un parque temático, un recinto arqueológico con una población envejecida. A algo así nos está condenando nuestro gobierno con su empeño en no invertir en I+D+I+I, su impasibilidad ante el exilio forzado de jóvenes talentos o su insensibilidad para entender el rol destacado de la industria cultural y de las tecnologías avanzadas. En definitiva, con su empecinamiento en cerrar los ojos a los retos del futuro con el único horizonte de salvaguardar su presente: su chiringuito, los intereses de sus amigos, su partido…
A esta Europa en proceso de naufragio solo la pueden rescatar unos ciudadanos activos que promuevan un tejido social dinámico. Una ciudadanía que recobre los valores de un nuevo humanismo eficiente y en sinergia con los desafíos tecnológicos del presente. Si los europeos no nos apropiamos de ese espacio de valores, será ocupado por otras instancias con objetivos nada filantrópicos, incluso por la serpiente venenosa del fascismo o los lobos populistas con piel de cordero. En nuestra península necesitamos urgentemente acogernos a esa renovación de valores. Abandonar la avaricia de nuevos ricos, el absentismo ciudadano (no involucrarse en el tejido social), incentivar el espíritu crítico y atacar esos vicios mediterráneos que lastran nuestra eficiencia como sociedad. Me estoy refiriendo al inmovilismo –consecuencia del localismo o el nacionalismo-, pero sobre todo a la endogamia y el clientelismo, herencia romana que se impone por encima del meritoriaje, la competencia, la eficiencia y la excelencia, un cuarteto de valores fundamentales para construir una sociedad equitativa y dinámica. Aunque hay ejemplos esperanzadores en otro sentido, buena parte de nuestro tejido empresarial o de la función pública se basa en todos esos antivalores mencionados. Son la cruz de una moneda que tiene como cara el tejido familiar y los círculos amistosos, tan queridos por los mediterráneos y tan positivos en muchos aspectos. De hecho, la crisis actual sería insostenible sin esas redes “endogámicas” que permiten sobrevivir a muchos ciudadanos desahuciados de su casa o de su trabajo. Pero la dimensión negativa de ese proceder latino coarta la sana movilidad de nuestro tejido social, lastrado por esas derivas endogámicas que se superponen a una lógica estamental que ha cristalizado en regímenes señoriales y vasallajes varios. El resultado es que en nuestras instituciones no son lideradas por los mejores, sino por los mejor situados en las derivas advenedizas (listillos, arribistas, tiralevitas, turiferarios); y eso es especialmente en ámbitos formativos y propulsores como la universidad. Así pues, nuestra esclerótica sociedad expulsa a elementos valiosos y preparados… Del Vente a Alemania Pepe del desarrollismo franquista a los jóvenes emigrantes universitarios de hoy las cosas no parecen haber cambiado tanto como nos habíamos creído; lo cual demuestra que las supuestas transformaciones del régimen de la Transición han sido más epidérmicas que reales. Las fuerzas fácticas de siempre, en connivencia con la nueva clase senatorial, siguen apostando por una lógica extractiva y no por medidas que incentiven una economía productiva a medio y largo plazo. Quizá tampoco eso le interese a Alemania, quizá por eso nos encaminamos a ser esa retaguardia europea de servicios, veraneo y retiro de tercera edad. ¿Se puede dar un viraje a ese inquietante destino y a la agonía de Europa ? Depende de los ciudadanos y de los valores renovados que seamos capaces de asumir.

martes, 19 de marzo de 2013

EN CHIPRE LA UE SE HA QUITADO LA CARETA

Bruselas se ha quitado la careta, con el minúsculo Chipre ha aplicado la poltíca que realmente quisiera ejecutar en todos los sitios: que paguen los ciudadanos los platos rotos de la crisis que han creado los mastines financieros; sí lo bancos, que son precisamente los pirncipales beneficiarios. Con España o Italia, no se atrevieron a tanto, pero en la pequeña isla mediterránea han cruzado el rubicón pisoteando una de las garantías ciudadanas hasta ahora intocable, el derecho a los depósitos bancarios (ahorros). La Unión Europea permitió que Chipre se conviritiera en un cuasi paraíso fiscal para mayor gloria de los inversores rusos y ahora decide que sus ciudadanos apechuguen con todo el desastre. Qué Europa es esta que prioriza los bancos sobre los ciudadanos... Ante las protestas la troika hace amago de una "quita", pero esa palabra se refiere a la condonación parcial de una deuda y lo que realmente promueven los eurócratas en Chipre es un asalto a los depósitos de los ciudadanos, un corralito, una estafa. No es extraño que, atropellado derecho tan fundamental, los ciudadanos europeos nos preguntemos, ¿quién será el siguiente?



En España estamos tranquilos, nuestro Gobierno insiste en ello, porque lo nuestro no tiene nada que ver con eso. Solo aparentemente, porque también nosotros estamos pagando la factura de nuestro particular, enorme desaguisado financiero. ¿De dónde creen que salen los fondos para arreglar los agujeros de Bankia y demás ralea? Según las estadísticas a cada español le costará más de 6000 euros este aventurerismo financiero.

En medio de este pequeño apocalipsis los últimos acontecimientos ponen en evidencia otro aspecto inquietante: unos líderes europeos sin norte ni programa. El sábado querían que pagaran todos los ahorradores chipriotas, tras las protestas del domingo se exime a los más humildes... Más allá de la sabia rectificación está el errático comportamiento de unas instituciones europeas que ya no saben cuál es su cometido. A los sufridos españoles, inmersos en nuestro régimen señorial ibérico antes nos quedaba el consuelo de Europa, ahora casi la tememos más que a nuestros vampiros particulares.