Buenos Aires 7.9.2013. Madrid cae
en la primera votación entre las tres candidatas a organizar los Juegos
Olímpicos de 2020. La delegación española no daba crédito. No había plan B,
pues la victoria se daba por segura. Tampoco TVE, confiada en prolongar los triunfales
festejos hasta la madrugada, había previsto una alternativa, por lo que improvisó
en la programación una obra maestra del cine casposo con sanchopanzesco título:
Desde que amanece, apetece. Una
muchedumbre, entusiasta al principio, regaba ahora con lágrimas la Puerta de
Alcalá acordándose de las madres de los miembros del COI. La alcaldesa y Rajoy
volvían en el avión presidencial con la cola de la gaviota entre las piernas y
la mirada perdida en un relaxing café
con leche... Botella había quebrado su futuro político y Rajoy había perdido la
oportunidad de pasarnos por las narices otro triunfo internacional de su cacareada
“marca España”.
El tetrafiasco olímpico ha puesto
al descubierto las vergüenzas del partido en el poder. Su único plan de
gobierno consiste en narcotizar a los cabreados y sufridos españoles a golpe de
megaeventos deportivos y de ludomegaproyectos que nos traerán la Tierra Prometida
del empleo a cascoporro con barra libre de putas, humo y tragaperras. Después
de tanto tiempo y tantos desengaños, resulta que seguimos como en Bienvenido Mr. Marshall, esperando que
nos caiga una limosnilla del COI o de un judío yanqui. Fiesta, pasodobles y
choricillos fritos para el pueblo mientras los chorizos de siempre se lo llevan
crudo. Esos son, de hecho, los principales perdedores de Madrid 2020, ese
puñado de empresas ligadas al poder que ya no ejercerá su pactado vampirismo con
capa de aros multicolores.
España no cambia. Nos pasó en la
cresta del imperio donde no se ponía el sol que abrasaba al pueblo en la
miseria, a los hidalgos famélicos y a los soldados destripados en desnortados campos
de batalla. Nos pasó en 1898 cuando despertamos del último sueño imperial en
medio de la oligarquía y caciquismo de la Restauración mientras se acallaban
las voces honestas, como la de Joaquín Costa. Nos pasa en este largo fin de
régimen bañado en esperpento y corrupción. Y siempre los mismos los perdedores;
los ilustrados cercados por la superchería y el absolutismo, los liberales modernizadores
del XIX fusilados en las playas, el republicanismo cívico del siglo XX masacrado
por el “Muera la inteligencia”… Siempre las mismas víctimas: la ciencia, el
progreso, la justicia, la igualdad, la verdadera democracia…
El batacazo bonaerense ha puesto en
evidencia la falaz mitología de la derecha española: rigor, modernidad,
eficiencia económica, marca España. Ni saben hablar (menos en inglés), ni
argumentar con sólidas razones ni interpretar los designios de un sanedrín
internacional. El fiasco olímpico ha revelado la prepotencia de los dirigentes
españoles que se creen que todos son tan tontos como su pueblo, al que pueden
engañar con un par de verónicas digitalizadas. Porque nuestra derecha es tan
quijotesca que se empeña en hacernos creer que hay gigantes donde todos vemos
molinos e insultarnos además por ese “error perceptivo”. Nuestra marrullera
derecha, advocando a Goebbels, cree en el poder de las mentiras amplificadas como
un interminable mantra por su gran espectro mediático. Pero en la era de
Internet los españoles tienen otras fuentes y se han vuelto más críticos. Por
eso casi nadie los cree, por eso cada vez es más patética su pretensión por
convencernos de sus falacias en nombre de su sacrosanto derecho a ostentar el
poder y saquear los recursos del Estado. Porque, más allá, de tanto atuendo
mediático el Rey está desnudo y hemos visto sus vergüenzas: que basan su
programa económico en los pelotazos, que su única estrategia es beneficiar a la
élite económica amiga que a su vez les beneficia, que no apoyan realmente a las
PYMES ni a los emprendedores ni a la clase media, que son unos incompetentes
(miren al Gobierno de Rajoy), que no están preparados para una sociedad
globalizada y compleja, que son nacionalistas españoles excluyentes y no
entienden la complejidad identitaria ibérica, que están desmontando el Estado
de bienestar para beneficiar a unos pocos, que no creen en la democracia
–gobiernan con un programa distinto al que presentaron, desprecian el
parlamento, mienten sistemáticamente a la ciudadanía-, que su partido es,
“presuntamente”, una máquina para repartir dinero entre sus dirigentes
principales…
La línea ilustrada y modernizadora siempre queda aparcada. ¿Por qué en lugar de mover espantajos efímeros nuestros responsables polìticos no nos ilusionan con el impulso de la ciencia y la tecnología punteras, en inversiones para promover las energías renovables, la educación de calidad, la creatividad y la cultura que generan valor añadido, en el bienestar de los ciudadanos, etc. Quizá porque eso no es rentable a cuatro años, quizá porque eso no da dividendos a su Cosa Nostra. Esta castastrófica sintomatología es también la de la quiebra del régimen de la Transición, sostenido por otro partido que ha participado de muchos de los mecanismos viciados del sistema. Por eso la solución es el cambio de régimen, el borrón y cuenta nueva para recuperar una genuina democracia. ¿Cómo se hace? Los ciudadanos tienen la palabra.
La línea ilustrada y modernizadora siempre queda aparcada. ¿Por qué en lugar de mover espantajos efímeros nuestros responsables polìticos no nos ilusionan con el impulso de la ciencia y la tecnología punteras, en inversiones para promover las energías renovables, la educación de calidad, la creatividad y la cultura que generan valor añadido, en el bienestar de los ciudadanos, etc. Quizá porque eso no es rentable a cuatro años, quizá porque eso no da dividendos a su Cosa Nostra. Esta castastrófica sintomatología es también la de la quiebra del régimen de la Transición, sostenido por otro partido que ha participado de muchos de los mecanismos viciados del sistema. Por eso la solución es el cambio de régimen, el borrón y cuenta nueva para recuperar una genuina democracia. ¿Cómo se hace? Los ciudadanos tienen la palabra.