Liturgias de Consumo navideño en la Puerta del Sol
Llegué a Madrid en pleno puente. Nunca pensé que la Constitución se encaminara a ser una fiesta tan ficticia como la de la Inmaculada Concepción. Ambas pertenecen ya al imaginario trasnochado... Me paseé por el centro de Madrid comprobando que los terroríficos datos de paro e índice de pobreza no parecen compaginar con la algarabía consumista que invadía el ombligo de la Capital. La Puerta del Sol estaba tomada, no por manifestantes 15M, sino por una masa de consumistas que compraban compulsivamente o se sacaban fotos con los iconos del gran espectáculo hollywoodiense para niños (Mickey, Bob Esponja...). Asistí a la lucha por el espacio de estos trabajadores improvisados que luego se manifiestan con una simpatía contagiosa con los chavales... (la cara oculta de ese penoso glamour icónico, el último escalón de la denostada lucha de clases). Llegué a la Gran Vía con dificultad entre los ríos de gente consumidora, en la gran arteria la Policía había acordonado un tramo no sé por qué -recordé a Sabina, "mucha mucha polícía"- pero eso, me dicen, empieza a ser una constante en la camuflada dictadura pepera. Así pues, mi asistencia a la sesión nocturna de Leo Bassi se convirtió en una catarsis necesaria, la que propone este bufón renunciando a su dignidad (todas las "dignidades" son falsas) ante un público entregado. Hoy más que nunca son necesarios los bufones para ridiculizar al Poder.
Me vuelvo a la isla contento, gracias al exorcismo bassiano que me liberó de esa terrible impresión de la prenavidad panconsumista. Si todas esas masas reconvirtieran su energía mercantil en hálito revolucionario las cosas empezarían a cambiar de verdad y se necesatiría mucha mucha más policía para detener la avalancha.
El bufón Bassi en las inmediaciones del teatro Alfil
Grande y valiente Bassi. Menos mal que el bufón todavía puede reirse del rey, rebelarse ante el poder con ese fino recurso liberador que es el humor. Disfruta en la isla sin sentir culpa.
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