Las elecciones del 26J de 2016 nos han dado de bruces con la España real. No obstante, yo prefiero la España ideal que aparece reflejada en este relato publicado en Jaime Miñana. Bitácora a la deriva. Para una rebelión. Madrid, Esto no es Berlín, 2015.
Plaza Mayor de Graus, capital de la Ribagorza (Huesca)
Desde los Condes de la Ribagorza
hasta la Segunda República habían gobernado las gentes de orden. Hasta las
elecciones del 12 de abril de 1931. Ganaron los liberales, pero el tsunami tricolor aupó al gobierno
municipal a la minoría republicana solo dos días después. El barbudo Joaquín
Costa descabalgó la efigie lampiña de Alfonso XIII del salón de plenos; la
modernidad irrumpía inesperadamente, el sueño anticaciquil y libertario estaba
más cerca... Paradójicamente la revolución llegó con la sublevación fascista,
neutralizada por un comité revolucionario de mayoría ácrata. Se eliminaron los
vestigios del Antiguo Régimen –los curas-, poniendo en marcha en septiembre un
proceso colectivizador de cooperativas y bonos que tuvo tan modélico
funcionamiento como resultados brillantes en agricultura, sanidad y cultura.
Así retrataba Alardo Prats y Beltrán la más ejemplar Colectividad de Aragón: Graus todo es una colmena de gentes
laboriosas y abnegadas, regida por los toques de la sirena, que marca las horas
de trabajo y de descanso a todos los vecinos. (…) El pueblo es un todo económico
al servicio del bien común y de los intereses colectivos. El Secretario
general de aquella iniciativa, compañero Emilio Portella, fomentó servicios de
imprenta, librería, biblioteca, Escuela de Bellas Artes y Oficios, incluso una
colonia para niños refugiados y sus maestros en las afueras del pueblo; se
mejoró la producción en todas las áreas, con granjas de pollos y cerdos
inspiradas en avanzadas instalaciones norteamericanas, molino renovado, moderna
maquinaria para hacer más productivo el campo, industrialización de los
aprovechamientos ganaderos... Habían desaparecido los bancos a favor de la Caja
de la Colectividad y también los partidos políticos, trabajando la UGT y CNT
codo a codo. En 1937 la población de capital ribagorzana era de 3.400 habitantes,
más o menos los que hoy tiene; de los 700 vecinos todos eran colectivistas
excepto 160.
Venció Franco, barrió los sueños
libertarios y liquidó a todos los enemigos de la cristiana civilización. Se
impuso un orden de cornetas y sotanas. Cuatro décadas de oscurantismo y
castración total que clausuraron en Graus las elecciones municipales de 1979: 4
concejales socialistas, 7 de UCD. Desde 1983 a 2011, salvo un interregno de la
derecha aliada (1991-95), gobernó el PSOE en el municipio. Aparentemente aquel
pueblo había ido cambiando al ritmo del país, pero sus corrientes subterráneas
eran más profundas. Sobre el freático libertario desde los ochenta habían ido
fluyendo neorurales, colonos extranjeros, alternativos y jóvenes profesionales
en busca de un Dorado sostenible. Los gobiernos democráticos habían mejorado
infraestructuras y servicios, activando la vida cultural, aunque no lo
suficiente para una creciente masa de ciudadanos inquietos. Ellos no se
conformaban con el grado de bienestar alcanzado, querían intervenir en las
decisiones (como en la Revolución hoplita que propició la primigenia democracia
en la Antigua Grecia). Elisa Aventín fue la líder necesaria y suficiente de
aquel movimiento. Aglutinó esa amalgama heterogénea de edades y profesiones, las
ilusionó en pos de un cambio real al que se fueron sumando muchos otros. Su
candidatura municipal se fue alumbrando desde las navidades estando lista para
la primavera de 2011 con un programa fundamentado en la activa participación
ciudadana, los servicios sociales y la promoción de la cultura.
Graus era terreno abonado. Se
había ido desarrollando allí un tejido de asociaciones que abarcaban la
agricultura ecológica, el artesanado, la música, la recuperación de las
tradiciones, el folclore y la lengua de la Ribagorza, la poesía, el cine,
incluso las tecnologías avanzadas. Los días se llenaban de acontecimientos
espontáneos que culminaban los fines de semana con una maraña de conciertos,
recitales y concursos varios. No había pueblo en Aragón, quizá en España, cuyos
tres millares de habitantes resonasen tanto. Durante la campaña electoral de
las municipales los “encuentros” –no le gustaba la palabra mítines- de Elisa
Aventín y su candidatura “Graus para los ciudadanos” levantaron
una gran expectación, más allá de las lindes ribagorzanas igualmente. Se fue
corriendo la voz y vinieron al Ésera gentes de todo Aragón, Cataluña y otros
lugares, jóvenes muchos de ellos. El efecto Aventín propició que los diferentes
colectivos se aglutinasen: empresarios y gentes de orden con el PP, caciques,
aprovechados e ingenuos aragonesistas en torno a Convergencia Democrática de
Aragón (la mayor empresa de colocación de Aragón)… “Graus para los ciudadanos”
empezaba a agrupar a la izquierda, alternativos y progresistas en general,
hasta los abertzales de la Chunta.
Elisa tenía discurso y sabía transmitirlo con gancho. Era una storyteller, como dicen en América.
Había estudiado Filología hispánica en Zaragoza logrando una plaza en el
instituto de su pueblo, donde era respetada y querida. La candidata tenía
familiares en Barcelona, que le pusieron en contacto con el colectivo Attac, donde se postulaba que otra
economía era posible más allá del control de los mercados financieros
globalizados. También entabló relación con el colectivo “Democracia Real Ya”,
germen del movimiento de los Indignados, que explotó en Graus el 15 de mayo de
2011 en una nutrida manifestación festiva con la candidata a la cabeza.
La exhibición de poderío popular
puso en guardia a todos los partidos en la recta final de campaña. El PP mostró
su rostro más civilizado y moderno, el PSOE y la Chunta quisieron contagiarse
del efecto sin saber cómo mientras Convergencia Democrática seguía a lo suyo.
Los socialistas quisieron atraerse a Elisa, pero ésta se distanció más de un modus operandi que consideraba anticuado
y corrupto. La Aventín hablaba del PPOE, de la dictadura de unos aparatos de
los partidos que designaban a los candidatos y marcaban sus pautas de acutación
al margen de los intereses de los ciudadanos. “Graus para los ciudadanos” sí
los tenía en cuenta, aspiraba a gobernar para ellos. El mensaje estaba calando
mientras se aproximaba la hora de la verdad. Fue un día primaveral, suave y
despejado, con el embalse de Barasona a rebosar. La participación fue más elevada
de lo normal, rozando el 80 %. Había expectación en la localidad, como bien
demostró la presencia extra de medios de comunicación no sólo aragoneses. El
resultado no defraudó esas expectativas; “Graus para los ciudadanos” se hizo
con 5 concejales, 3 el PP, 2 el PSOE y 1 CDA. La candidatura de Elisa Aventín
había ganado claramente las elecciones siendo recibida con una gran
manifestación de júbilo en el momento en que la hicieron salir al balcón del
Ayuntamiento, vitoreada por una muchedumbre que dejaba pequeña la Plaza Mayor
de la villa. Aunque el PP intentó promover una alianza de los partidos
convencionales contra la opción ganadora, los socialistas no podían ir contra
una buena parte de su electorado que se había decantado por la nueva agrupación
ciudadana.
El sábado 11 de junio de 2011
Elisa Aventín recogió la vara de alcaldesa de la antigua regidora del PSOE ante
un inusitado despliegue de medios. Muchos ojos, no solo de Graus, estaban
puestos en ella, pues significaba la primera victoria con traducción política
del movimiento ciudadano que cristalizó en el 15-M. Sus primeras medidas
tendieron a desprenderse de los privilegios –sueldos, dietas y otras ventajas-
que tenían los miembros de la corporación, ajustándolos a la verdadera
dedicación. Siguieron otros decretos de Alcaldía que racionalizaban la gestión
de los centros municipales, se designaban puestos y conformaban comisiones con
ciudadanos preparados, saltándose la tradicional cuota reservada exclusivamente
a los partidos. Se abrió el abanico para que todos tuvieran oportunidades, al
margen de su filiación política. Hubo también fructíferas reuniones con
empresarios de diversos sectores –que quedaron gratamente sorprendidos-,
asociaciones culturales y técnicos para desarrollar la imagen y marca de Graus.
La capital de la Ribagorza se había convertido en todo un símbolo del gobierno
de los ciudadanos en España traduciéndose eso en un considerable incremento de
los visitantes. También se notó en la participación entusiasta del pueblo en
los eventos culturales, como el festival Nocte,
con sus espectáculos de danza, circo, teatro y música más concurridos y
celebrados que nunca o las fiestas de septiembre que alcanzaron un brillo y una
algarabía comunitaria desconocidos. La Ciudadana Alcaldesa, como se le empezó a
conocer, había catalizado las energías positivas del pueblo y las estaba
canalizando en iniciativas eficientes, siempre bajo el principio de la
participación colectiva. Hasta los sectores productivos y hosteleros,
tradicionalmente vinculados a la derecha, estaban contentos con los resultados
de aquel verano excepcional para la promoción de sus productos. La febril
actividad del equipo gobernante estaba dando sus frutos, abriendo paso además a
los jóvenes emprendedores que empezaban a aprovechar esta favorable coyuntura
en un contexto general de aguda crisis. Elisa Aventín, que había hecho añicos
el prejuicio de una izquierda alternativa funcionarial y gravosa para la
economía, fue requerida por los medios de todo el país. Algunos historiadores
la relacionaron con los éxitos económicos de la Colectividad de Graus durante
la Guerra Civil… En cualquier caso, se había convertido en todo un símbolo de
que otra manera de gobernar, al margen de los partidos y sus intereses, era
posible. Precisamente las siglas tradicionales empezaron a ponerse nerviosas e
incluso la Ciudadana Alcaldesa recibió alguna oferta socialdemócrata que
declinó… Al mismo tiempo, los grausinos y no pocos ciudadanos anónimos le
transmitían por todas las vías –correos electrónicos, redes sociales, etc.- un
mensaje insistente: “sigue así, no nos
decepciones”.