BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



Etiquetas

domingo, 12 de febrero de 2012

CONTRARREFORMA Y APROPIACIÓN

       


El Gobierno del PP ha iniciado una ofensiva de involución en los derechos ciudadanos conquistados en la “ominosa cuasi-década” de ZP: la reforma de la ley de interrupción del embarazo (supuestos por plazos, consentimiento paterno obligatorio para las menores de 16 años), la volatilización de la píldora del día después, la supresión de la asignatura Educación para la ciudadanía, la probable reforma de la Ley de Costas, la prórroga de la vida de la nucleares, la Ley del Poder Judicial, una reforma laboral a la medida de la CEOE… ¡Aznar no se atrevió a tanto! Rajoy y sus ministros lo han abordado antes de las elecciones andaluzas,  tras las que llegará una segunda oleada de medidas sacrificiales para la clase media y trabajadora. El Gobierno ha amagado con la ofensiva con un PSOE depresivo y en lid congresual, aprovechando que la ciudanía progresista está todavía noqueada… Con artera habilidad han lanzado el globo sonda para ver cómo reacciona la gente al tiempo que dan ánimos a sus votantes, un tanto desconcertados por la felonía antiliberal de la subida de impuestos. Estas maniobras, empero, al menos nos han permitido desenmascarar la naturaleza de este gobierno “centrista” claramente encarnado en la proteica figura de Alberto Ruiz Gallardón, quien ha defendido sus medidas como “progresistas” (¡!).

Gallardón es el mascarón posmoderno de la derecha española: cultiva una imagen civilizada y “progresista” para defender los intereses de los poderosos de siempre. Con esmerado refinamiento hace el trabajo sucio para aquéllos, siempre aderezado con un perfume que acredite su condición “avanzada” (que encabrita a ese poblado sector reaccionario del PP , dicharachero pero que cuenta poco en “la pomada” ). Por eso, tras el anuncio de medidas claramente involucionista, Don Alberto salió en defensa del matrimonio homosexual ganándose algún capón esperado de la caverna mediática. Este maestro de la isostasia política, del juego del enmascaramiento ha defendido su próxima reforma de la Ley del Poder Judicial como un canto a la separación de Poderes; sin embargo, lejos de honrar al divino Montesquieu, lo que consiguió es refrendar el dominio endogámico de las castas judiciales, que son mayoritariamente conservadoras.

El flamante Ministro de Justicia ha manifestado su escrupuloso respeto a la sentencia que inculpa al Juez Baltasar Garzón por prevaricación, como respetará toda la cadena de decisiones de un sistema judicial copado por las fuerzas afines a la derecha. Y además nos dará lecciones de ecuanimidad, sentido democrático, respeto al ordenamiento jurídico y “progresismo”. Este asunto de la Justicia dominada por determinados sectores nos lleva al meollo de este artículo: la apropiación paulatina, sistemática y pertinaz de los resortes de la Democracia española por parte de las fuerzas fácticas de siempre. Esas fuerzas no son entelequias, tienen entidad y hasta nombres y apellidos: poderes financieros, grandes empresas, la Iglesia Católica, el patriciado judicial… En su posibilismo socialdemócrata los gobiernos del PSOE solo lograron domeñar al Ejército, y no sería extraño que el PP lo intentara reencauzar por la “recta senda patriótica”. Quizá ésa sea la única fuerza fáctica del Franquismo que ha quedado afortunadamente transformada, quizá porque fuera la más visible y amenazante. Las otras se han travestido convenientemente y operan con esa libertad de maniobra que les permitió la Dictadura... Con una diferencia, ahora hasta se presentan, como el propio PP, como defensoras a ultranza de la democracia y la Constitución de 1978. Por eso se indignan cuando se cuestiona la taimadamente interesada sentencia sobre Garzón. Pero toda esta retórica de conversos democráticos se desmonta cuándo se hace una pregunta muy querida precisamente por los juristas: Qui prodest? Y la respuesta apunta a que esas fuerzas fácticas son casi siempre las beneficiadas: con las reformas laborales, con la subida de impuestos, con la fiscalidad (mayoritariamente sustentada en las rentas del trabajo), con las medidas económicas y las judiciales. Más allá de debates de técnica jurídica, los resultados son contundentes: Camps y Roca absueltos, Garzón inhabilitado por intentar luchar contra los corruptos (había que hacerlo ahora, condenar al Super-juez por defender las víctimas del franquismo hubiera sido un escándalo internacional). Parece evidente la paradoja, pero el contundente aparato mediático al servicio de esos grandes intereses se encarga de elaborar y difundir discursos ad hoc, definiendo quiénes son los buenos y los malos de este teatrillo. El ruido es ensordecedor.

ZP inició una loable ampliación de derechos ciudadanos, pero no se atrevió con los poderes fácticos, a los que dio incluso alas y más beneficios. Hasta la Iglesia Católica salió ganando con sus nuevas medidas fiscales mientras le llenaban las plazas en su contra. Ahora Rubalcaba se descuelga con la denuncia del Concordato de 1979: ¿será un amago de posibilismo socialdemócrata más -para contrarrestar las contrarreformas conservadoras- o el principio del reposicionamiento del PSOE para poner coto a esta apropiación sistemática de los poderes del Estado por parte de la derecha fáctica? El tiempo lo dirá. De momento los días corren a favor del PP, que va poco a poco apropiándose de los pocos cados que quedaban en la Democracia española fuera del control de “los suyos”.


                                                 Jaime Miñana, filósofo    @jaimeminana