BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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martes, 24 de diciembre de 2013

DOS VUELOS QUE CAMBIARON ESPAÑA



                           LA SEGUNDA BARRERA


Vi aquella película que mi padre me había recomendado con especial interés. Había cumplido quince años ese mismo día y fue como un rito de iniciación. Tras verla me hice mayor, quizá porque tomé conciencia del país donde vivía... Precisamente ese 20 de diciembre del 2028, un año después de que me viniera la regla a la par que el invierno. Porque yo nací ese mismo día del 2013, cuando cambió la Historia de España. Dicen que fue un traumático viraje que, sin embargo, mis padres celebraban cada año, como un complemento de mi cumpleaños. Yo no comprendía nada, porque en el cole y en los libros aquella fecha se recordaba como fatídica, el "día de furia que ensangrentó la democracia española"; pero mamá me había empezado a comentar que no hiciera caso, que aquella fue una jornada grande y liberadora. 

El polémico largometraje de Jorge Monteagudo, La segunda barrera (2023), mostraba con tono documental el contexto de crisis extrema que vivía el país en 2013: el desmontaje del Estado de Bienestar, los continuados abusos de la clase dirigente, la fraudulenta colonización de las instituciones, la corrupción sistémica... y el hartazgo creciente de la gente. Después el protagonismo pasaba al Grupo de Liberación Ciudadana, integrado por concienciados jóvenes que habían perdido el miedo. Eran gente intelectualmente solvente (de "la generación más preparada de nuestra Historia"), nada de activistas desesperados, aunque estaban más que hartos de la situación sociopolítica. Pasaron a la acción y lo hicieron planificando con escrupuloso rigor una cadena de atentados que superó la hazaña de Carrero Blanco, glosada por otra película titulada Operación ogro. Las acciones se concentraron precisamente el 20 de diciembre de 2013, justo cuarenta años después del célebre vuelo del Almirante destinado a perpetuar la dictadura de Franco. En el comunicado que sucedió a los atentados se aludía precisamente a este paralelismo ("la primera barrera"), refiriéndose a la actual democracia como franquismo camuflado que estaba aterrorizando igualmente a los ciudadanos: <<Rechazamos en principio la violencia, pero es el Gobierno, en connivencia con la Troika, quien ha empezado esta guerra contra los ciudadanos y ahora solo nos queda defendernos ante la irreversible perversión de los mecanismos democráticos>>. Acostumbrada a los efectos 3D de las pelis americanas, a esta le faltaba espectacularidad, estaba hecha con ese toque artesanal español que aquí tenía cierto encanto, pues los acontecimientos eran presentados con garra y los personajes resultaban muy auténticos. No tardabas en conectar, de hecho, con aquellos protagonistas que luego fueron calificados de sanguinarios terroristas a la vez que despreciabas a la fauna política que combatían... Daba la impresión de que el argumento lo habían escrito previamente los del GLC, porque sus acciones fueron diseñadas como si de un elaborado guion se tratase. Los asesinatos selectivos de dos presidentes de entidades bancarias imputados pero nunca condenados y del Presidente del Consejo del Poder Judicial culminarían, ese mismo mediodía, con la espectacular explosión en pleno Consejo de Ministros. Murieron todos los miembros del gabinete excepto el Ministro de Justicia, quien, sobre la misma mesa ovalada que albergó la camuflada bomba, había depositado para su aprobación una contrarreforma de la Ley del Aborto que estaba encoraginando a todos sectores progresistas. Con esa deflagración del que fuera llamado "viernes sangriento" acababa el filme, los créditos cayendo sobre esa nube de de la Moncloa que auguraba un futuro incierto. 

Aquellas imágenes me habían activado. Busqué información en Internet. Los programas oficiales hablaban de indignación, rabia y condenas al terrorismo, aunque apenas hubo manifestaciones populares de condena (incluso se había corrido el rumor de que las acciones habían sido sufragadas por un oculto crowdfunding ciudadano...). Esto me sorprendió, porque yo soy pacifista y creo, como Gandhi y Mandela, que la violencia solo engendra violencia; pero más me sorprendió que a partir de aquel 20 de diciembre el país empezara a cambiar. Las elecciones convocadas seguidamente otorgaron el poder a una coalición de izquierda alternativa y se inició un proceso de regeneración democrática con el forzado relevo de Juan Carlos I. Fue entonces cuando el GLC se disolvió (<<Hemos cumplido de momento nuestra misión, pero estaremos alerta>>) y sus integrantes jamás fueron localizados (insinuaban ciertos medios que habían sido amnistiados...). Mis padres dijeron que todo había cambiado porque, por vez primera en mucho tiempo, el miedo había cambiado de bando y afectaba a los que habían estado aterrorizando de siempre a la ciudadanía. Mejoraron las condiciones de trabajo, el comportamiento de los bancos y también los políticos, que dejaron de ser una casta privilegiada gracias a leyes muy restrictivas. Mis viejos comentaban que aquella acción del GLC -ellos preferían llamarla "el vuelo de la gaviota"- había sido celebrada en silencio por muchos, como en los tiempos de Carrero. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

UN PAÍS EXCEPCIONAL



Vivimos en un país excepcional; en el peor sentido de la palabra. España es una excepción entre los grandes países desarrollados europeos. Desde comienzos del siglo XIX hasta el último cuarto del XX, mientras los demás progresaban nosotros encadenábamos guerras civiles, asonadas militares, dictaduras, democracias oligárquicas y violencia sistémica. Fuimos, junto con Portugal y Grecia, los grandes sacrificados en el nuevo orden de la Guerra Fría, permitiendo aquí los vencedores la pervivencia de un régimen fascista por miedo al comunismo. Y esa pesadilla franquista duró cuarenta años. La idealizada Transición trajo la democracia, pero a través de un Rey designado por el genocida Franco (¿se imaginan a Hitler invistiendo a un monarca?) que propició un régimen donde todo cambiaba para que no cambiara nada, manteniéndose los poderes tradicionales. La Santa Transición nos hizo creer que era posible pasar sin traumas de la premodernidad franquista a la posmodernidad almodovariana. Felipe González nos vendió el sueño del Estado de bienestar permanente, de Europa como madre nutricia y Aznar el del capitalismo popular (todos seremos ricos…). Hasta que la crisis de 2008 nos bajó a tierra. Spain is diferent. Y los problemas vienen, en buena medida, de esos orígenes viciados del actual régimen: se amnistió a los genocidas fascistas (único país que ha perpetrado algo similar), se decretó el olvido de los muertos republicanos, se impuso una monarquía de dudosa legitimidad… Todo para garantizar el orden, la paz y la estabilidad que se han convertido en la coartada para el dominio de una privilegiada clase política que ejerce su poder desde los partidos dominantes. Hoy los controles democráticos están supervisados por esa casta senatorial: apenas existe división de poderes, el Congreso está narcotizado por la mayoría gobernante, el Senado es un cementerio para venerables elefantes, la transparencia es pura retórica, el Tribunal de Cuentas fiscaliza con calculado retraso para que expiren los potenciales delitos del PPOE, la fiscalía general y buena parte de la judicatura son una sucursal del gobierno, como los institutos demoscópicos, la radio y televisión públicas… Una futura ley antidemocrática blindará a los políticos del acoso del pueblo airado, como lo hacen ya los medios en un país donde el periodismo libre es marginal y abundan paniaguados, tertulianos teledirigidos, turiferarios e intoxicadores varios.

La alianza entre poder político y financiero avanza en toda Europa, pero en España es una misma cosa; de ahí las puertas giratorias por las que transitan políticos que luego son directivos de grandes empresas o viciversa. Esta obscena entente lo invade y pervierte todo, por eso el libre mercado es aquí una entelequia… Somos el único gran país europeo donde pervive una remozada versión del régimen señorial: reparto de beneficios con doble vía entre la casta política y la financiera del que los EREs andaluces y la financiación irregular del PP son los postreros episodios. Eso explica que aquí importen más las rentables (para ellos) y ruinosas (para nosotros) megainfraestructuras que conformar un tejido industrial conscientemente desmantelado. Contamos con la red de alta velocidad más extensa del mundo que conecta ciudades desindustrializadas, tenemos una pormenorizada red de endogámicas universidades sin excelencia para fabricar titulados emigrantes, disponemos de auditorios y museos de arte contemporáneo firmados por arquitectos estrella cuando no hay ya presupuesto para eventos ni mercado para el arte… Somos una excepción porque nunca hemos sido capaces de llegar a pactos para los asuntos de estado: la educación está al albur de los caprichos ideológicos del gobierno de turno, lo mismo que la política exterior o las relaciones con las comunidades autónomas. A estas alturas no tenemos claro nuestro modelo de Estado, tensado por los nacionalismos español y periféricos, ni sabemos qué patrón económico seguir, por eso improvisamos con pelotazos (Eurocasinos, la última ocurrencia) mientras se jibariza la investigación y se menosprecia la educación, únicas garantías de futuro.

La cultura también sobrevive en estado de excepción. Tras utilizarla como escaparate subvencionado más que como industria y fuente de riqueza, ahora se desmantela sin remisión en buena medida por prejuicios ideológicos (“esos rojos…”). Nuestro miope gobierno no entiende que el entertainment es una de las primeras aportaciones al PIB estadounidense o que la Comisión europea apoya este sector por ser uno de los de mayor proyección económica. También somos excepcionales, con Italia, por el protagonismo que adquiere la Iglesia en un estado supuestamente laico donde, además, el peso de la práctica católica es más bien discreto. Esta complicidad entre el gobierno y sus señoritos explica que seamos la única nación de nuestro entorno en el que avanzan las “milagrosas” privatizaciones de empresas públicas que no mejoran el servicio -el Mierdid de Botella es un ejemplo- pero sí los beneficios de las élites asociadas (los políticos facilitadores suelen acabar como dirigentes de las empresas elegidas). Si bien esta es una tendencia generalizada en el panliberalismo dominante, somos los europeos que más hemos avanzado en desigualdad; no es extraño con un sistema fiscal que descarga el peso en los trabajadores con nómina y exonera, a través de salidas camufladas, a los potentados. Tampoco es extraño, nuestra derecha es la única en Europa que alberga a la ultraderecha y la única que se identifica claramente con una rojigualda para muchos bajo sospecha (otra excepcionalidad).

No somos excepción en una mentalidad latina donde triunfa la mentira (el PP se fundamenta en ella: Prestige, 15M, programa incumplido), donde no se valora la excelencia profesional, sino la fidelidad perruna y la incompetencia con amigos. ¿Tiene salida este país con abundante talento y vitalismo creativo? Sí; que mandemos al infierno el legado de Franco –custodiado por la cruz más grande de Europa, otra excepción- y que cambie la mentalidad de los ciudadanos para mandar al infierno la otra herencia, el régimen señorial que nos carcome.


                                      Jaime Miñana.  Filósofo