BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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sábado, 12 de marzo de 2011

El mundo está loco, loco




En los bares los trabajadores linchan a Zapatero pensando que Rajoy les va a salvar de la quema. Empuño la pluma en un buscado letargo invernal porque esto se parece cada vez más a un frenopático. Un observador marciano que se asomase a lo que está ocurriendo en nuestro planeta concluiría que estamos definitivamente para atar; le bastaría aplicar una mínima lógica y coherencia de pensamiento Empecemos por la economía, al parecer lo que más preocupa al homo sapiens. Resulta que el capitalismo tardo-posmoderno financiero nos ha metido en la crisis más profunda desde el crack de 1929 y, lejos de corregir el sistema (o sus miasmas), lo reforzamos más y más. Ahora las entidades financieras y las multinacionales son las que deciden lo que los gobiernos ¿soberanos? tienen que hacer. Parecía que el ciclo neoliberal, iniciado en los setenta por San Reagan y Santa Thatcher, había sucumbido tras dejar un mundo mucho más injusto y desigual. Pues no, la religión del Mercado (uno, grande, libre) parece haber salido reforzada. Porque ¿qué es el mercado?, ¿quiénes son los inversores? Ya no son esos fieros capitalistas con chistera, puro y levita de los chistes de Forges, sino mi padre, mi colega, usted y yo; es decir, los mismos que sufrimos los recortes del Estado de Bienestar. El capitalismo del XXI ha logrado la cuadratura del círculo, que todos seamos víctimas y verdugos a la vez. Nuestras participaciones accionariales contribuyen a ahogar a los mismos estados que se ven forzados a recortar nuestras prestaciones sociales, nuestras escuelas y carreteras.Sostenía un retractado Lyotard en su última obra, La posmodernidad explicada a los niños, que en la era a la que él puso nombre no se han desvanecido todos los grandes relatos; uno persiste con más disfraces que Mortadelo: el omnipresente macrodiscurso del mercado.

Miren alrededor, todo se justifica si es comercial. Nadie pone en duda ese neosagrado principio, ni siquiera los aguerridos anticapitalistas de la década prodigiosa reconvertidos en ejecutivos o inversores. Si la gente compra ±o vota± algo, es bueno y chimpún. Ese maximalismo del Gran Comercio explica la incoherente política occidental en el mundo, más allá de la retórica falsa de los valores y derechos humanos. ¿Por qué maldicen ahora a los tiranos con los que no hace mucho se fotografiaban? Aznar ponía como ejemplo de
liderazgo al carnicero Gadafi, Zapatero compartió el té en su jaima Ahora es un apestado, como Mubarak o Ben Alí, retirados del juego por un pueblo que despierta de un letargo secular alentado por los miedos de Occidente. El pueblo árabe se libera levantando la bandera democrática y Occidente hace sus cálculos. Ya no son amenazantes clientes de Al-Qaeda, sino potenciales consumidores para introducir McDonalds, Zara, BMW, Nokia o Microsoft, etc. Quizá por eso los conspiranoicos dicen que estas revoluciones las promociona la C.I.A.

En el suelo ibérico, como no, se acentúan las contradicciones. Aquí la culpa del gran desastre, del mayor índice de desempleo de la OCDE, no la tiene la política ladrillista, el pelotazo generalizado hasta en el último villorrio y sus tentáculos de corrupción. ¡Ya hemos encontrado un cabeza de turco leonés! En los bares los trabajadores linchan a Zapatero pensando que Rajoy les va a salvar de una quema en la que él es, todavía más, representante de los incendiarios. Pocos van más allá de la incuestionable incompetencia de nuestro presidente, y ya se sabe que la derecha pesca con éxito en las aguas de la simplificación. Al menos la reencontrada vena anarcoide del Partido Popular de los Trabajadores nos dejará fumar y circular por las autopistas a 140; <<¡coño, que estamos en España y cuando Franco se prohibía menos!>> (lo he oído recientemente en más de una ocasión, se lo juro).

La oposición se presenta como la auténtica defensora de los maltratados obreros (¡!). No importa que las propuestas sean coherentes o sensatas, el énfasis está en presentarlas comercialmente, de manera atractiva en el gran bazar mass-mediático. Así el Partido Popular presentó en su convención autonómica del 4 y 5 de marzo un estricto código ético a la vez que Rajoy aparece al lado de Francisco Camps Estamos instalados en la noria del sinsentido, de la impostura y nuestra clase dirigente ni siquiera tiene pudor en ocultarlo. Dicen que en las guerras y en las grandes crisis emerge lo peor de la naturaleza humana; desde luego en esta nos estamos encontrando con un volcán de demencia colectiva, quizá porque, como dijera Baudrillard, se ha creado una realidad virtual que se superpone a la otra. La de ceros y unos es absurda, inconsistente, engañosa pero es muy comercial y da bien en las pantallas. Se me ocurre que la revolución pendiente en Occidente es la de la cordura, aquella que retiraría a buena parte de nuestros dirigentes a un frenopático, también virtual, que los mantuviera entretenidos con sofisticados vídeo-juegos (parecidos a los que ellos pretenden engancharnos). ¿Por qué no empezamos a mover la propuesta en las redes sociales?


http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/el-mundo-esta-loco-loco_654285.html