LA SEGUNDA BARRERA
Vi aquella película que mi padre me había recomendado con especial interés. Había cumplido quince años ese mismo día y fue como un rito de iniciación. Tras verla me hice mayor, quizá porque tomé conciencia del país donde vivía... Precisamente ese 20 de diciembre del 2028, un año después de que me viniera la regla a la par que el invierno. Porque yo nací ese mismo día del 2013, cuando cambió la Historia de España. Dicen que fue un traumático viraje que, sin embargo, mis padres celebraban cada año, como un complemento de mi cumpleaños. Yo no comprendía nada, porque en el cole y en los libros aquella fecha se recordaba como fatídica, el "día de furia que ensangrentó la democracia española"; pero mamá me había empezado a comentar que no hiciera caso, que aquella fue una jornada grande y liberadora.
El polémico largometraje de Jorge Monteagudo, La segunda barrera (2023), mostraba con tono documental el contexto de crisis extrema que vivía el país en 2013: el desmontaje del Estado de Bienestar, los continuados abusos de la clase dirigente, la fraudulenta colonización de las instituciones, la corrupción sistémica... y el hartazgo creciente de la gente. Después el protagonismo pasaba al Grupo de Liberación Ciudadana, integrado por concienciados jóvenes que habían perdido el miedo. Eran gente intelectualmente solvente (de "la generación más preparada de nuestra Historia"), nada de activistas desesperados, aunque estaban más que hartos de la situación sociopolítica. Pasaron a la acción y lo hicieron planificando con escrupuloso rigor una cadena de atentados que superó la hazaña de Carrero Blanco, glosada por otra película titulada Operación ogro. Las acciones se concentraron precisamente el 20 de diciembre de 2013, justo cuarenta años después del célebre vuelo del Almirante destinado a perpetuar la dictadura de Franco. En el comunicado que sucedió a los atentados se aludía precisamente a este paralelismo ("la primera barrera"), refiriéndose a la actual democracia como franquismo camuflado que estaba aterrorizando igualmente a los ciudadanos: <<Rechazamos en principio la violencia, pero es el Gobierno, en connivencia con la Troika, quien ha empezado esta guerra contra los ciudadanos y ahora solo nos queda defendernos ante la irreversible perversión de los mecanismos democráticos>>. Acostumbrada a los efectos 3D de las pelis americanas, a esta le faltaba espectacularidad, estaba hecha con ese toque artesanal español que aquí tenía cierto encanto, pues los acontecimientos eran presentados con garra y los personajes resultaban muy auténticos. No tardabas en conectar, de hecho, con aquellos protagonistas que luego fueron calificados de sanguinarios terroristas a la vez que despreciabas a la fauna política que combatían... Daba la impresión de que el argumento lo habían escrito previamente los del GLC, porque sus acciones fueron diseñadas como si de un elaborado guion se tratase. Los asesinatos selectivos de dos presidentes de entidades bancarias imputados pero nunca condenados y del Presidente del Consejo del Poder Judicial culminarían, ese mismo mediodía, con la espectacular explosión en pleno Consejo de Ministros. Murieron todos los miembros del gabinete excepto el Ministro de Justicia, quien, sobre la misma mesa ovalada que albergó la camuflada bomba, había depositado para su aprobación una contrarreforma de la Ley del Aborto que estaba encoraginando a todos sectores progresistas. Con esa deflagración del que fuera llamado "viernes sangriento" acababa el filme, los créditos cayendo sobre esa nube de de la Moncloa que auguraba un futuro incierto.
Aquellas imágenes me habían activado. Busqué información en Internet. Los programas oficiales hablaban de indignación, rabia y condenas al terrorismo, aunque apenas hubo manifestaciones populares de condena (incluso se había corrido el rumor de que las acciones habían sido sufragadas por un oculto crowdfunding ciudadano...). Esto me sorprendió, porque yo soy pacifista y creo, como Gandhi y Mandela, que la violencia solo engendra violencia; pero más me sorprendió que a partir de aquel 20 de diciembre el país empezara a cambiar. Las elecciones convocadas seguidamente otorgaron el poder a una coalición de izquierda alternativa y se inició un proceso de regeneración democrática con el forzado relevo de Juan Carlos I. Fue entonces cuando el GLC se disolvió (<<Hemos cumplido de momento nuestra misión, pero estaremos alerta>>) y sus integrantes jamás fueron localizados (insinuaban ciertos medios que habían sido amnistiados...). Mis padres dijeron que todo había cambiado porque, por vez primera en mucho tiempo, el miedo había cambiado de bando y afectaba a los que habían estado aterrorizando de siempre a la ciudadanía. Mejoraron las condiciones de trabajo, el comportamiento de los bancos y también los políticos, que dejaron de ser una casta privilegiada gracias a leyes muy restrictivas. Mis viejos comentaban que aquella acción del GLC -ellos preferían llamarla "el vuelo de la gaviota"- había sido celebrada en silencio por muchos, como en los tiempos de Carrero.