En Aragón todo encaja, siempre y cuando permitan los que organizan el juego que cualquier cosa encaje. Ni una mosca levanta el vuelo sin su consentimiento. Es un senado oficioso, que no oficial, integrado por los patricios de las cajas de ahorro, El Adelantado de Aragón, las “cinco familias” y los gobiernos de turno, a los que siempre hacen creer que van a decidir más de lo que podrán. Pero hay otros, que aunque no se vistan de patricios, forman parte de semejante sanedrín. Y aquí entra en juego CAEL (Cooperativa Aragonesa de Ediciones Libres). Es la empresa a la que le debemos no perdernos por la región, gracias a sus exhaustivos mapas y rutas PR/GR por ella señalizadas. Esta empresa púbica participada, que acapara buena parte de las publicaciones y ediciones licitadas por el gobierno autónomo, se presenta como la joya de la corona aragonesa que otros reinos y territorios debieran imitar… Armonía de lo público y lo privado, compromiso con lo nuestro…
Su director, Anchel Orós, había sido un prominente militante de la extrema izquierda oscense, amigo de la cúpula socialista, que supo aprovechar sus contactos. No tiene una formación relevante en el campo editorial, sí olfato y habilidad política. Siempre mantiene cierta liturgia gauchiste, con toque popular aragonés. Viste con vaqueros, zapatillas deportivas o sandalias, trataba al interlocutor de manera muy campechana. Si se tercia, no dudará en trasladar la “charrada” con los clientes abducidos a los restaurantes de la era resistente (Casa Emilio) o ante una copiosa fuente de huevos fritos con chorizo que servía en un comedor de estilo rústico habilitado en la sede de la empresa. Aragonesista convencido, se rodeó de un equipo de ches (Chabieres, Chesuses, Chusés…) que, no obstante, estaban inmunizados ante el virus político de esa letra compuesta (Chunta Aragonesista). Había optado por priorizar la fabla jacetana en la terminología topográfica de los mapas editados, en un intento de normalización que no gustaba a los usuarios de dialectos orientales de influencia catalana. Fue sonada la bronca que se montó en La puebla de Castro cuando se rotuló la Fuen de Terrés, en lugar de la Font del topónimo ribagorzano… Pero desde la presidencia estos deslices se veían como “cosas del Anchel”, un tipo simpático, ocurrente, un auténtico “somarda”, uno de los nuestros…
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